Ahora Chiche Duhalde dice que la oposición está atada con alfileres. El argumento fue similar al que usó el oficialismo hace unas semanas. «No pueden tener mayoría en las comisiones porque no son un grupo sino varios». Son afirmaciones (o chicanas) sin sentido, de un lado o del otro.
Nunca escuché a Lula quejarse por tener que gobernar con un parlamento adverso y atomizado. O si lo hizo, no fue en los términos que protesta el gobierno argentino. En el parlamento brasileño hay 20 grupos parlamentarios y de 513 diputados sólo 83 son del Partido de los Trabajadores de Lula. Y así fue todo su mandato. Todos los que no pertenecen al PT son de otras fuerzas políticas. Pero, al igual que en la Argentina actual, no hay una fuerza opositora mayoritaria. Así, las alianzas van girando y muchas fuerzas son aliadas al gobierno, otras son opositoras y cada tema va necesitando nuevos consensos.
Lo mismo se puede replicar en España, donde hay 6 fuerzas parlamentarias. SI bien el socialismo tiene mayoría, basta que el Partido Popular se junte con el resto para obstruir cualquier medida gubernamental. En Italia, como siempre, el conflicto es aún mayor. Hay 11 bancadas y 5 legisladores que no integran ningún bloque. También es un esfuerzo ponerse de acuerdo.
El error en la Argentina es creer que «la» oposición puede actuar como un bloque político único. Eso no existe ni es deseable. Lo interesante es que cada fuerza política vote de acuerdo a sus convicciones y promesas de campaña. También puede hacerlo de acuerdo a sanos intereses (sin contar los intereses no sanos). Así, en cada tema, unos y otros deberán negociar, pensar estrategias y llegar a votaciones que serán siempre muy parejas.
No es malo ni para unos ni para otros que la oposición esté atomizado. Pero se debe ser claro frente a la sociedad. En el Parlamento cada uno debe atender a su juego.